Es ideal tocar este tema desde sus inicios, y es cómo percibimos los desastres naturales en nuestra sociedad con las implicancias que tienen en nuestra manera de habitar los territorios.
Se sabe que los desastres naturales hoy en día es un concepto que apunta a un desastre para el humano, descartando dentro de esta casilla el cambio climático, los desastres naturales se denominan así ya que nos afectan a nuestra cotidianidad, sin embargo, en el entorno natural estos eventos siempre han existido. Según el Servicio Nacional de Geología y Minería, “Los desastres no son naturales, si no secuela de las decisiones u omisiones humanas, al construir en zonas de peligros geológicos conocidos”.
Entonces el concepto de “desastre natural” se denomina porque afecta directa o indirectamente a una comunidad a nivel de pasar a estar en peligro, si no, éstos sólo se considerarían eventos naturales. Todos sabemos que nuestro país tiene una particularidad de sobreponerse ante los desastres naturales, ya que nuestra cultura ha pasado por esto durante mucho tiempo y tiene un concepto acerca de lo que hay que hacer durante estos momentos de alerta o riesgo. A partir de esto se han desarrollado maneras de percibir y habitar el paisaje urbano.

La reconstrucción que tienen que abordar las familias después de un desastre natural genera conciencia de las diferencias sociales y económicas del país, ya que es en este momento donde se sabe quiénes pueden pagar para que su vida pueda volver a la normalidad, o a quienes se les hace casi inalcanzable volver a su vida cotidiana, haciendo que esta situación refleje una problemática por falta de oportunidades.
Por lo que este concepto direcciona también a una segregación social y económica considerable al momento de presentarse el evento natural. Es por esto que la planificación es importante para este sector socio económico.
Existen varios factores que conllevan a la denominación del “desastre natural”, pero hoy en día el principal es el emplazamiento de viviendas, comunidades o programas en zonas de riesgo, principalmente topográficos. Por ejemplo, derrumbes, anegaciones, incendios forestales, y entre otros, son amenazas que constantemente tenemos presente en nuestra realidad.
Lamentablemente, estos emplazamientos han sido difícil de evitar, por diversos motivos, pero el principal en la ultima época es por el crecimiento demográfico y por tanto urbano, donde los sectores sociales con menores recursos realizan tomas ilegales de terrenos privados o públicos en zonas riesgosas, y muchas veces no tienen características favorables para una vida de calidad.
A lo anterior se suma, que muchas veces, la planificación urbana no tiene una articulación coherente con las características del territorio, los valores sociales y la naturaleza, que en el caso de la ciudad de Valdivia, se ve claramente en relación a los humedales. Por ejemplo, en el Barrio Beneficencia, históricamente fue una ocupación ilegal en una zona de riesgo y aunque hoy, su situación está regularizada en términos de ocupación, aún continúa expuesta a los riesgos que las fuertes lluvias provocan en el territorio.

Imagen: Encuesta a vecinos del Barrio Beneficencia, 2019. Proyecto Control de inundaciones a través de Canales. Elaboración propia.
Desde acá, se puede abordar en cómo distintos sectores económicos perciben el paisaje y por ende el acceso a ellos. El acceso al “paisaje” como punto social, refiriéndonos a un parque o un área verde limpia y cuidada, es un privilegio en ciertas zonas y ciudades. Si bien, Valdivia es una ciudad con “harto verde”, para muchos vecinos eso es asociados a puntos sucios, de plagas, vertederos, peligrosos, de inseguridad e incluso, son el recuerdo vivo de toda la frustración que deben vivir estas familias todos los inviernos para poder acceder una vida de calidad. El humedal para ellos es el recuerdo vivo de la segregación que viven día a día, generando para estos grupos una sensación de mal estar. Me parece incluso interesante cómo se puede asociar la percepción psicológica de este espacio, ya que todos los estudios indican que vivir en un entorno natural disminuye los índices de estrés y genera un estado de paz y tranquilidad en los habitantes. Pero, ¿Se habrán hecho estos estudios en barrios los cuales todos los inviernos se ven afectado por el crecimiento de los niveles de agua? ¿Qué pasa con el grupo de personas que asocian este entorno natural con todo lo malo que les ha pasado? Es interesante comparar estos puntos, considerando que en otras ciudades muchos barrios de situación similar han estado toda la vida privadas del “verde”, pero acá las experiencias son de otras maneras.

Imagen: Inundaciones en la ciudad de Valdivia, 2019. Foto: por Daniela Talpen.
Es lamentable la situación, ya que es difícil cambiar desde cero lo existente, y seguir invirtiendo más dinero con elementos nuevos, el desarrollo de lo existente suena como una buena herramienta para poder abordar esta problemática, por varios aspectos, tanto económicos y como para no perder la identidad del barrio. Entonces, ¿Cómo trabajar los límites del territorio en momentos de eventos naturales? ¿Cómo mejorar la relación con nuestras áreas verdes? ¿Cómo anteponernos a las siguientes explosiones demográficas para evitar estos problemas? Son preguntas que debemos comenzar a hacernos desde ahora en adelante.
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